Lo que se veía como una lejana batalla por el futuro control del mundo, ya está aquí. Los Estados Unidos de Donald Trump y la República Popular China , de Xi Jinping, buscan la hegemonía global por medios políticos, militares y financieros. Es la lucha por controlar territorios, recursos renovables y no renovables, así como la economía de los siguientes años. China busca remontar la notable ventaja que tiene Estados Unidos ante el mundo, porque sigue siendo el gran factor de poder a nivel global.
La humanidad experimenta un ejercicio de polarización, en el cual por un lado quedó Estados Unidos y por el otro China se terminó posicionando como gran jugador, por encima de Rusia. La geopolítica actual responde a estos dos grandes polos de interés y participan constantemente en el delicado juego del poder polarizado. Con todo y que Rusia sigue siendo un actor importante, es evidente que China puede representar el némesis de Trump, si éste fracasa en sus maniobras políticas, comerciales y diplomáticas con Pekin. Y es tan importante la carrera, que el gigante asiático enfrenta en igualdad de condiciones a la unión americana en este delicado período.
Mientras Trump ha dispuesto reposicionar la hegemonía norteamericana presionando a sus aliados mundiales a hacer tratos que él describe como más justos, Xi Jinping ha optado por ganar territorios a base de una agresiva estrategia financiera de inversión. Sin duda, el éxito del modelo económico chino a base de muy bajos costos permite a Pekín disponer de suficientes recursos como para salir a la conquista del mundo sin utilizar soldados. Y con una sociedad neutralizada y obediente, el dragón ruge sin enfrentar mayores contratiempos dada la estructura de poder total y centralizado.
Para comprender mejor esta realidad de hoy, hay que hacer un breve corte transversal en lo que está ocurriendo en el planeta. Lo ejércitos del mundo se preparan constantemente creciendo en armas, efectivos militares y tecnología. Estados Unidos está delante de sus competidores principales, los chinos, en tecnología y presupuesto de inversión, pero los chinos tienen en su haber la mayor cantidad de efectivos militares, unos 2.3 millones listos para defender el territorio. Y aún así, Xi JinPing evita entrar en confrontación directa en los varios escenarios donde su interés se ubica. Por el contrario, la dinámica global le ha asignado a Estados Unidos el papel de gran factor de poder militar y económico en todo conflicto clave global, donde están en juego petróleo, minerales preciosos y geoestrategia.
Y si se revisa con un poco de mayor detalle la política expansionista de los chinos, se entenderá que no ha sido casualidad el surgimiento de la nueva ruta de la Seda, una suerte de plan para controlar las rutas de transporte y comercio con África y Europa por medio de inversiones y endeudamiento a niveles pocas veces vistos. Sólo el continente africano ha recibido 146 mil millones de préstamos a cambio de concesiones sobre recursos naturales renovables y no renovables; china construye su primer base militar en el exterior e invierte en ella 1 billón de dólares en el estratégico Digibuti, un país ubicado en la ruta al canal de Suez. Y en la gestión comercial, Estados Unidos es el principal mercado para productos chinos, con un intercambio tasado en 556 billones de dólares anuales que implican un saldo positivo de 314 mil millones a favor de China, según datos del Observatorio de la Complejidad Económica, OEC.
El panorama para Estados Unidos es complejo. Mientras su principal rival salió a conquistar las economías del mundo, al presidente Trump le toca salvaguardar el sistema y estilo de vida norteamericano. En paralelo, batalla para imponer un nuevo orden mundial que busca polarizar la política global entre aliados de Washington y aliados de Pekín, mientras trata de reducir la lista de países con armamento nuclear al mínimo.
La hegemonía norteamericana no está a salvo, pues aunque la sumatoria de su poderío militar y económico aun define el rumbo del planeta, cada día que pasa se va percibiendo su dificultad para prevalecer como líder: es cierto que hoy su economía interna sigue creciendo y el desempleo va a la baja; la tecnología le da ventaja en todos los campos, desde la explotación de petróleo hasta las telecomunicaciones; lidera la banca global y es el gran factor de decisión política en más de la mitad del planeta, pero China gana aliados día a día, los últimos en Latinoamérica de manera sorpresiva fueron El Salvador y Panamá y aún no se sabe, si a Washington esto le importa.
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